El sincromisticismo tal vez sea
la última gran
corriente filosófica de la historia, hecha a la medida para el fin de
los tiempos. El Frente de Resistencia Discordiana nos explica un poco de
esta esotérica constelación de pensamiento.
A paranoid is someone who knows a little
of what’s going on.
William S. Burroughs
Quizás la última gran filosofía que ha
generado el pensamiento humano sea el sincromisticismo, ad hoc
para el fin de la historia, para engarzar lo que Terence Mckenna llamaba
el punto en el que “todo pasa a la vez, en todas partes” (el
alfa-omega, fractal de la eternidad). Ampliando el concepto de la
sincronicidad de Jung con el surgimiento del cerebro planetario de
interconexión ciberespacial, Internet, la nóosfera virtual, un grupo de
psiconautas (como Jake Kotze, Aeolus Kephas, Goro Adachi o Christopher
Knowles) armados con redes de Spiderman y perlas de Indra, se ha
dedicado a formar conexiones significativas entre hechos que
superficialmente parecen ser casualidades dispares. La idea fundamental
es que todo el universo es un sistema de comunicación, todo está lleno
de signos (y por lo tanto cada cosa es un designo), el vacío
rebosa de bits y cada bit, como cada fotón, está cuánticamente
entrelazado e informáticamente constelado. Si estamos sujetos a un
proceso universal, cadena del Big Bang, nada está separado y nada es
no-causal, todo es una manifestación de una misma conciencia cuyo cuerpo
es el cosmos entero. Los sincromísticos se dedican a leer el texto
invisible del universo, una sintaxis de aves que solo en apariencia
vuelan separadas sin formar palabras.
Al fin de cuentas el análisis
sincromístico está orientado a decantar el mensaje que tiene el universo
para ti en este instante y en esa depuración, que hace visible el
lenguaje transparente (oíble el silencio), yace, según la escuela
mística de esta filosofía, una especie de Tao que alinea la vida de un
individuo con el plan que tiene el universo y su propio espíritu, lo
coloca en la cresta de la ola surfeando la luz del Logos, directo al
Mar.
Una sincronicidad, por ejemplo, es que
mientras lees este texto la radio empiece a tocar la canción
Synchronicity de The Police (o una amiga la haya posteado en
Facebook, etc.); según los jóvenes sincromísticos, esta sería una señal
de que se va por buen camino, de que se está donde se tiene que estar,
situado en el presente con conciencia (permitiendo que el inconsciente
se revele, el guión de tu propia película). Así te hace un guiño el
universo —con ese suave misterio que es la sincronicidad—, que eres tú
mismo (todo está ocurriendo dentro de tu mente, las calles, su cuerpo,
las estrellas).
El Frente de Resistencia Discordiana,
con su característico talante subversivo e irreverente, juega con el
caos como el eón juega con bolas de colores en la playa y en este caso
confunde un poco (a la vez que aclara) explicando qué es el
sincromisticismo —la filosofía del enramaje, del pegamento, de un
universo holográfico interactivo: toca tus manos invisibles: están en
todos lados.
Uno de los sumos pontífices de la
religión esoterorista de Principia Discordia, Sam “Son of Sam” Oswald,
nos dice esto del sincromisticismo y su nacimiento: “si te quedas viendo
algo el suficiente tiempo puedes hilarlo con cualquier cosa que
quieras… dame tres días sin trabajar y puedo hilar la resurrección de
Jesucristo con mi lasagna”.
¿Cuál es la doctrina básica
del
sincromisticismo? (le preguntan a Sam)
“Si te imaginas en tu mente todo los
días que encuentras un dólar, tarde o temprano encontrarás uno”.
“Las más grandes influencias de esta
filosofía: Puff el Dragón Mágico y Papá Pitufo”.
Sobre el reciente opus Los
Dioses Usan Spandex, Sam dice que esto es
correcto pero “solo durante sus sesiones de fitness de los jueves por la
mañana”.
¿Cual es tu creencia
filosófica
determinante?
“Qué estoy lleno de mierda”.
Esto
es lo que sucede, en la
hiperconexión de todas las cosas, el universo —entre la paranoia y la
iluminación— empieza a parecer una broma (el Pato Donald puede ser una
entidad hiperdimensional por la cual habla tu alma)… empieza a exhibir
el diseño de una jugarreta y se escucha en el vacío del espacio infinito
la risa del demiurgo.
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