Geometría sobre infinito:
Aludiendo al
dodecaedro de la geometría, al parecer nuestro universo es en sí
una pequeña esfera dodecaedral y no infinita y amorfa extensión.
Nuestro universo muy probablemente
manifiesta una extensión curvada en sí misma, formando una especie de
esfera, relativamente pequeña, y no una extensión infinitamente abierta.
Al parecer Leonardo da Vinci estaba en lo correcto, de hecho podríamos
estar habitando un universo dodeacaedral, y con ello explicaríamos
algunas de las más recientes observaciones satelitales. Pero también
esto eliminaría una de las principales propiedades que le hemos asignado
históricamente: la infinitud.
La forma del dodecaedro ha fascinado
históricamente a la humanidad. Previo a la teoría de da Vinci, Platón
(tal vez el más lúcido de los filósofos griegos) también afirmó que esta
figura era la que mejor representaba la forma de nuestro universo.
Siguiendo el linaje de estos dos genios, el famoso astrónomo alemán
Johannes Kepler también atribuía a las figuras geométricas la estructura
de nuestro sistema solar. Pero hoy, ayudados por una serie de
tecnologías inéditas para la observación del cosmos, los astrónomos
podrían develar el último secreto geométrico de nuestro universo: su
verdadera forma. Y al parecer ello confirmará que Platón y compañía
estaban en lo cierto. Un dodecaesdro es una figura geométrica que
incluye doce caras o superficies planas, todas ellas de forma
pentagonal. En cada vértice convergen tres de estas caras por lo que
resulta en 120 simetrías, y en caso de ser una figura regular tendrémos
20 vértices y treinta orillas. Esta figura también es conocida como un
“sólido platónico”.
La radiación conocida como Fondo
Cósmico
de Microondas o Cosmic Microwave Background (CMB)es una especie de eco
que emergió del Big Bang y que contiene una infinita cantidad de
información sobre el nacimiento de nuestro universo, sus etapa infantil,
y su estructura. Este archivo de data cósmica se manifiesta en
minúsculas fluctuaciones que de ser correctamente interpretadas
resolverían las principales interrogantes en torno a la naturaleza del
universo, sus inicios, y su evolución.
Los últimos hallazgos del Wilkinson
Microwave Anisotropy Probe (WMAP) de la NASA, dedicado ha mapear la CMB,
sugieren que ha una gran escala las fluctuaciones de temperatura que
surcan los cielos indican que podríamos estar habitando un universo
relativamente pequeño y no un escenario infinito. Tal vez esta
percepción infinita del universo haya sido un recurso inconciente,
altamente poético, de la ciencia para explicar interrogantes frente a
las cuales no podía gestar una respuesta convincente. La información
recabada por el WMAP parece indicar que nuestro universo es
suficientemente finito para poder reflejarse en el Fondo Cósmico de
Microondas.
Complementando
lo anterior, astrónomos
de Francia y Estados Unidos han sugerido que la dimensión espacial de
nuestro universo no es suficientemente grande para soportar las ondas
emitidas por la radiación CMB. Más bien nos encontramos dentro de un
universo “pequeño” (cosmológicamente hablando), y por tanto
evidentemente finito, que esta formado a partir de pentágonos curveados
que se unen al interior de una esfera. “Vivimos dentro de un universo
seccionado en curvas positivas y no con una topología estandarizada”
afirma George Ellis de la Universidad de Ciudad del Cabo. Y entre
algunas de las particularidades de este universo en forma de dodecaedro,
esta el hecho de que si fueras al límite de su figura y siguieras de
frente, automáticamente serás transportado a la cara opuesta, lo cual
sin duda es un elemento más para incitar a la exploración lúdica de
nuestro mágico e hipergeométrico universo.
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