Eran Gnósticos los Espirituales de Corinto?


Como apuntábamos, quizás sea un tanto exagerado etiquetar a los de este grupo como “gnósticos”. Pero es, sin embargo, verdad que a lo que más se parecen sus ideas es a las de los gnósticos. Puede decirse al menos que su ideología religiosa tiene resabios de corte “gnosticizante”, es decir que se adelantaron a algunas nociones que pocos años después serán patrimonio de la gnosis y del gnosticismo.

Sin duda alguna, estos cristianos se creían especiales, por lo que Pablo tuvo que dirigir contra ellos buena parte de su carta (no sólo los capítulos 1-4). A ellos parece dedicarles más tiempo que a cualquier otro grupo de la comunidad.


Por el tenor de sus respuestas y argumentos
Pablo parece admitir en principio algunos puntos de vista de los “espirituales”. Aunque también es posible que se trate de la utilización del mismo vocabulario que el de sus adversarios para darle la vuelta a sus argumentos.


Así el Apóstol parece aceptar de los cristianos “espirituales” de Corinto:


• La diferencia entre “perfectos” o “espirituales” y vulgares o “carnales” (3,1), que no captan las cosas del Espíritu de Dios (en 2,14 estos últimos son denominados “psíquicos” u hombres dotados de “alma”, pero no de espíritu).


Esta distinción esencial entre “espíritu” y “carne” como entidades casi irreconciliables, es parte del trasfondo del pensamiento de Pablo ya sea consciente o semiconscientemente. Esta contraposición explicará la inclinación hacia la virginidad y el poco entusiasmo hacia el matrimonio por parte del Pablo en el cap. 7. 


Con otras palabras: hay un componente protognóstico imperfecto en Pablo que no es conveniente ignorar porque explica mucho de su teología.

• La existencia de una sabiduría de Dios, escondida, pero destinada desde los siglos para los humanos, desconocida por los príncipes de este mundo (los demonios o “arcontes”, o “jefes de este mundo”, llamados falsamente dioses por los paganos), sabiduría que se expresa en términos espirituales: 2,6s.



- Esa sabiduría es revelada por el Espíritu, el único que conoce las profundidades de Dios:

“10 Pero Dios nos lo reveló a nosotros por su Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del mismo hombre que está en él?. Así tampoco nadie conoció las cosas que son de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es venido de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; 13 lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, sino con doctrina del Espíritu Santo, acomodando lo espiritual por medio de lo espiritual. 14 Pero el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 Pero el espiritual discierne todas las cosas; mas él de nadie es discernido. 16 Porque ¿quién conoció el entendimiento del Señor? ¿Quién le instruyó?. Más nosotros tenemos el entendimiento del Cristo.” (2,10-16).


- El cristiano espiritual que tiene esa sabiduría es libre: “Pero mirad que esta libertad vuestra no sea tropezadero a los que son débiles” (8,9).


La participación de Pablo en algunas ideas de aquellos a los que corrige en 1 Cor. Ha llevado a algunos comentaristas a sospechar que el surgimiento de los “espirituales” de Corinto procedía de un mal entendimiento de la predicación misma de Pablo, o de una exageración a la hora de poner en prácticas nociones paulinas.


Con otras palabras:
los “espirituales” partían de una división paulina entre los hombres según su grado de espiritualidad (“espirituales”: poseedores del espíritu divino/“psíquicos” o inferiores = como dijimos, poseedores sólo del “hálito vital”, pero que al no tener “espíritu” nunca serán consustanciales con Dios) y acentuaban o exageraban el concepto paulino de libertad y su modo de vida de predicador escatológico.

Estos cristianos se pondrían como ejemplo a un Pablo que predicaba la libertad, que afirmaba tener una religión con rasgos “entusiásticos”: había tenido visiones de Dios (2 Cor 12,2-7) y hablaba en lenguas más que nadie (1 Cor 14,18). 




Fuente y autor: Antonio Piñero

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