Angeles (entidades)


Aunque nominalmente los ángeles del Nuevo y del Antiguo Testamento son los mismos, su actitud sufrió tal cambio que uno piensa o bien son homónimos (unos príncipes angelicales nuevos pasaron a buen retiro a otros más antiguos que se llamaban igual, o ni siquiera eran nombres propios sino títulos: el “Miguel” de las legiones celestiales es su general, indistintamente de quién ocupe el cargo) o recibieron un seminario para dejar de hacer uso desmedido de la fuerza.

Los ángeles del Antiguo Testamento hacen pensar que aquello del “Dios de los ejércitos” no es por hablar. Y no se refería al ejército judío: con uno sólo de esos ángeles de soldado ya se bastaba y se sobraba. Los ángeles en el Antiguo Testamento nada tienen que ver con “Ángel de la guarda, mi dulce compañía”, que de dulces no tienen nada. Sus apariciones eran temibles y ni una sola vez aparecen para dar mensajes sino para ejecutar órdenes horrorosas.

La masacre del ejército de Senacquerib por el ángel, versión de Doré


A veces defendían al pueblo de Dios: 2 Reyes dice que el rey Ezequías rasgó su ropa por las blasfemias del rey asirio Senacquerib, quien sitiaba a Jerusalén, ante lo cual el profeta Isaías le dijo que Dios se haría cargo. Y tal cual, 19:35 en ese libro dice que Dios envió al ángel de la muerte a matar a ciento ochenta y cinco mil asirios.

Pero a veces le ajustaban las cuentas al mismo pueblo de Dios: 1 Crónicas capítulo 21 cuenta que David ordenó un censo y por eso Dios le envió a su ángel y le dio a elegir entre tres castigos a cual más de horribles. David eligió y el ángel procedió a matar de peste a setenta mil hombres. No fueron más porque cuando el ángel comenzó la destrucción de Jerusalén, Yahvé se conmovió y le ordenó detenerse cuando ya tenía la espada desenvainada. La última vez que Dios había hecho a sus ángeles un encargo parecido los mandó a darse una vueltita por Sodoma y Gomorra.



Los ángeles del Antiguo Testamento no aparecen para dar mensajes ni sirven como guardaespaldas de niños. Jacob sueña con ellos subiendo y bajando una escalera y luego encuentra un “ser” con el cual pelea. Algo va de unos ángeles que recorren gradas como burocracia celestial, a un ser salido de la nada que casa pelea no se sabe por qué y que, viendo que no puede vencer a Jacob, tramposamente lo toca en la cadera y se la fractura. Uno se pregunta cómo puede alguien, cualquiera que sea, luchar con una entidad que con ponerle un dedo le rompe la cadera. Es que Jacob era protegido de Yahvé… Pues también el ángel es enviado por Él, piensa uno. Pero es que Dios necesitaba probar a Jacob?. Ok pero ¿cuál era la prueba, si la batalla aparece en Génesis 32:24: “Y así quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”: la explicación de que a Jacob le toqué enfrentar a un tipo que rompe piernas con un dedo es que se queda solo.


Mazinger Z.
En mi mente he vinculado esta historia con un héroe de mi infancia. Mazinger Z, un superrobot hecho de japonio diseñado con tecnología micénica tres mil años anterior a Cristo, el cual enfrentaba a los robots del doctor Infierno. Nunca cuestioné tan tóxico brebaje: acepté sin chistar que los griegos construían robots atómicos, pero mi pregunta era otra. Entre sus armas Mazinger tenía rayos fotónicos para derretir a sus enemigos. En el show semanal tenía dos combates; en el primero le daban una solfa y al segundo vencía, pues cuando ya le iban a dar otra paliza, Mazinger usaba los rayos fotónicos, derretía a su adversario y fin. Mi pregunta era la que me he hecho con la pelea de Jacob: ¿por qué Mazinger no usaba los rayos de una? Por supuesto, porque no habría show. Pero aquí la pelea empieza y termina en un versículo ¿cuál es el sentido de que el ángel no le arranque piernas, brazos y hasta la cabeza a los dos segundos? El único sentido parece sentar la mitología fundacional del pueblo elegido.





Faltando datos de otros municipios, a los ángeles del Antiguo Testamento se les pone en la cuenta medio millón de muertos y ser creyente no es garantía de quedar fuera de su ira. Considerando la población de la zona, se necesitaría matar decenas de millones de personas hoy para igualar la marca: Dios debía andarse con cuidado con estos sujetos cuando usaba la expresión “castigo ejemplar”. Pero no siempre era justicia en masa: cuando la burra de Balaan se empeña en no moverse, como aparece en Números 22, el hombre la muele a palos pero el animal estaba salvándolo. ¿De qué? De un ángel que lo esperaba para matarlo. La burra, para dejar el punto claro, abrió la boca y se lo explicó para que no la siguiera azotando.






Los primeros ángeles parecidos a nuestra idea aparecen en la literatura del destierro a Babilonia, cuando se desarrolla la angeología judía. El libro de Daniel incluye dos historias. En la primera, cuatro jóvenes judíos son lanzados a un horno por negarse a postrarse ante un ídolo; cuando el rey Nabucodonosor se asoma, los vio retozando con un ángel. Resultado, el rey no se convierte pero ordena dejar en paz a quienes adoren a tal Dios. En una segunda ocasión, Dios manda a su ángel a cuidar otra vez a Daniel, esta vez arrojado al foso de los leones. Queda claro: estos ángeles no exterminan ciudades; protegen a quienes profesan la fe de Yahvé.

Los ángeles de la guarda son los del Nuevo Testamento, que no destruyen ni una ciudad ni matan a nadie (haciendo abstracción de que van a hacer sonar las trompetas del Apocalipsis, pero eso es otra cosa). Aparecen para traerle a María el regalo de la Anunciación; para consolar a Jesús de las tentaciones del demonio en el desierto, al lado del sepulcro para avisarles a los discípulos la Resurrección o para liberar a Pedro de la cárcel.

Entre estos grupos de ángeles (o dos papeles) se dio un problema. La iglesia cristiana no sabía si aceptar a los ángeles, como queda claro en los primeros concilios (Nicea en el año 325 los aceptó; Nicea en 343 los declaró idolatría y el Sínodo de 787 aprobó un culto limitado a los arcángeles, a quienes les impuso patronazgos, dejándolos como cualquier santo sólo que con alas). Los primeros padres no sólo eran concientes de su origen pagano, sino que esas figuras aladas rivalizaban con un muy humano Cristo. Los ángeles, en la era de los martires, eran un problema delicadísimo: ¿por qué Dios manda a sus ángeles a salvar sólo a unos? Y ¿por qué Pedro? ¿Todos somos iguales pero unos más iguales que otros? Esas preguntas (excepto la última) no son mías, sino de angustiados santos doctores y están en sus meditaciones.

El apostolado de Pablo agravó las cosas: hasta ese momento la nación y la fe eran una sola cosa, ser israelita era creer en Yahvé. Cuando Pablo impone su visión de extender el evangelio esa identidad se acaba, pues es posible ser cristiano y ser griego o romano o galo. Mientras el pueblo de Dios estuvo en Israel la cosa era más fácil, pero si Dios quisiera repetir la dosis que le dio a Senaqerib, ¿cómo elige entre dos naciones cristianas?

El folklore amaba a los ángeles y simplemente no los iban a perder. Luchar contra ellos era tanto como sacrificar la nueva fe, así que tuvieron que aceptarlos y dedicarse a cristianizarlos, un trabajo ingente que tomó los siguientes mil años.


Los Demonios: Gehenna
Los teólogos del siglo XIV concebían un universo de siete cielos y siete mundos en equilibrio, unidos intrincadamente por ganchos atados al borde de cada cielo, que se hallaban conectados a su mundo correspondiente. Siete Cielos equilibrados por sus parejas los Siete Mundos, que no son todos este mundo material ni tampoco son infiernos, si bien Arqa, el Sexto Mundo, incluye los siete infiernos en uno de sus continentes. 



Gehenna
Jesús usaba esta palabra, libremente traducida primero al griego y luego al latín de muchas maneras, para referirse al lugar opuesto al Reino de los Cielos, donde tanto el alma como el cuerpo podían ser destruidos (Mateo 10:28) en medio de un fuego eterno (Marcos 9:43). Tal vez la idea de usar esa palabra era referirse a una especie de basurero metafísico.



Recordemos que el cristianismo tomó cosas de la tradición judía y en esa tradición inicialmente había un solo lugar para los muertos, el Sheol, pero a medida que la teología judía mejoraba se evidenció el problema ético de tener en un solo sitio a buenos y malos. La palabra elegida para describir el domicilio de los perversos fue un lugar real y tangible para los israelitas: el valle de Hinnom, Gehenna, un lugar que cualquier judío podía ir a visitar para hacerse una idea adelantada de lo que les esperaba. 

Este era uno de los dos valles naturales que rodeaban Jerusalén, donde se quemaba basura. Pero más allá de los escrúpulos de la limpieza, la tradición judía decía que en el valle había una entrada a un subterráneo que llevaba a un lago de lava (posiblemente el “horno de Yahvé” en Isaías 31:9) y tenía una negra tradición con una deidad que luego acabaría como uno de los príncipes infernales, Moloch, una deidad cananea a la que los judíos le sacrificaban niños hasta que el rey Josías prohibió el ritual (2Reyes 23:10)

Gehenna era un lugar perfecto para escenificar el infierno, pero a pesar de lo que sugieran series de televisión como Millenium o bodrios de cine como The devil’s tomb, Gehenna en el Antiguo Testamento no era un lugar metafísico sino uno muy real y fue sólo con la prédica de Jesús que se usó como un ejemplo y anticipo de lo que les esperaba a algunos luego de morir.
Aquí algo tiene que quedar claro: los hebreos organizaron su infierno antes del nacimiento de Cristo, pero nunca usaron el concepto de castigo eterno ni para el peor de los pecadores. Sheol era un lugar para todos los muertos, sin premio o castigo, y aun a medida que se desarrollaba la idea de un lugar para los malos, era más una separación que una mazmorra. Ni siquiera los horrores del zoroastrismo persa, del que tomaron los judíos la idea de separar de Yahvé una deidad dedicada al mal, y que reservaba horribles castigos para ciertas mujeres, eran eternos. El invento de un lugar dedicado específicamente a torturas incesantes quedó para los cristianos.




El Infierno
Las relaciones de Dios con el Infierno nunca han sido del todo claras en la teología cristiana. No me refiero a la aparente desproporción de la condena y la falta, pues la iglesia ha dado con una solución a ese punto: el infierno es la consecuencia de que el pecador usara su voluntad para alejarse de la voluntad de Dios, por tanto el solito fue a meterse a su celda de castigo.

¿Cuánta autoridad tiene Dios sobre el Infierno? Esto está en el problema del monismo y dualismo del cual ya hablamos: ¿el diablo es subalterno de Dios y cumple una tarea que Él le encomendó? En algún momento alguien decidió responder con un resonante SI y decir que, aunque el infierno está lleno de sujetos desagradables, los verdugos que ejecutan los castigos en las almas condenadas son un tipo especial de ángeles, comisionados por Dios, mientras los demonios quedan libres para seguir engañando almas. No es la tradición más conocida hoy, pero esa idea ilustra bien los abismos que debe sortear quien se ponga a meditar sobre esto.
Francamente no sé en qué cabeza cabe que semejante arreglo era buena prensa para Dios, pero estamos en el siglo XIV y muchos tratados de demonología se escribían satirizando a la iglesia católica, que ya empezaba a aguantar embates. En todo caso estos Ángeles del Tormento, que en ningún momento eran ángeles caídos, le ponían tal entusiasmo a su tarea de emparrillar y empalar cristianos, que uno se pregunta para qué se necesitaba al diablo. En medio de esa confusión, a veces resulta difícil saber si cuando un diablo le pone mucho entusiasmo a su tarea está cumpliendo planes de Dios o Satán.(O serán el mismo?)


Según tradición apócrifa medieval (como siempre atribuida a los apóstoles) San Pablo y el arcángel Miguel le suplicaron a Cristo perdonar algunas almas para mostrar su infinita piedad. El Salvador concede una suspensión de los tormentos para unas cuantas almas y les permite reponer fuerzas durante un día y una noche para reiniciar luego. Como no se le puede dar gusto a todo el mundo, ese acto de misericordia (concedamos que mesurado) enfurece a los diablos que gritan a los pecadores: “No hay misericordia para ustedes. Este es el juicio de Dios para los que no merecen piedad. No obstante han recibido esta gran indulgencia”. Estas palabras son más propias de un cura de la guerra civil española que de un demonio: de hecho, si uno lo piensa, es difícil desentrañar como un diablo va y sale con semejante frase, que bien podría ser un grito de batalla angelical, pero esos lìos abundan en las descripciones de las regiones infernales escritas por teólogos que tenían como objetivo impulsar la agenda de la iglesia.

Y es que una de las cosas más espantosas de la concepción del infierno como arma psicológica de disuasión era la posición de las almas salvadas: tenían una plataforma de observación para ver los sufrimientos de los condenados (una imagen bastante favorecida por la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro en Lucas 16:19-31). Está bien que esta imaginería se desarrolló en una época en que ir a ejecuciones públicas era un pasatiempo, pero es perturbador imaginarse a las almas de los “buenos” derivando placer del sufrimiento de los “malos”. Fue la brutal y desproporcionada influencia del infierno en la estética cristiana.


Los Demonios: Nombres del Rey del Infierno  

Hoy terminamos los alias de Satán, el emperador infernal (no conozco un ángulo interesante para Luzbel y Lucifer, así que no creo necesario hacerles un post). En las citas, las diferencias deben tener en cuenta los efectos de la traducción.

Belcebú, en la edición de 1826 de "El viaje del 
Peregrino" de John Bunyan
Belcebú, en la edición de 1826 de "El viaje del Peregrino" de John Bunyan


Belcebú
Posiblemente la denominación más compleja debido a problemas de traducción. De una transcripción a otra en varios idiomas, muchas veces no existía la palabra exacta para la traducción y otras algunas palabras sonaban parecido pero significaban algo diferente. Por otro lado los hebreos, como la mayoría de los pueblos, envilecían las deidades ajenas, pero tenían buenas razones militares para ensañarse con los filisteos, una colección de pueblos que hasta hoy tienen perplejos a los historiadores (parecen un agresivo pueblo emigrante de origen hindú, fenicio o persa que entró en contacto con los judíos hacia el 1100 a.C. y les dio mil dolores de cabeza).
Baal Zebul era una deidad de la ciudad filistea de Ekron y su nombre significa “Señor del Cielo” pero los hebreos, por homofonía o con ánimo insultante lo bautizaron Baal Zebub, “Señor de las moscas”. Baal, que hoy algunos predicadores de televisión lo usan como sinónimo de Satán, jamás fue el nombre de una deidad: si los filisteos hubieran adoptado a Yahvé, lo habrían llamado Baal Yahvé o parecido. En todo caso, si bien sólo hasta el destierro babilónico se decantaría la idea de separar una potencia absoluta del bien de una del mal en la religión judía, su odio por los dioses filisteos precedió esta idea. No ayudó nada a mejorar su popularidad entre los judíos que el el rey Ocozías envió mensajeros al santuario de este dios para pedir por su salud (2 Reyes 1:2-3) lo cual cabreó al profeta Elías, que procedió a maldecirlo.
Lo de “Señor de las moscas” no viene sólo de una aliteración infantil sino de la costumbre filistea de poner carne en los altares hasta pudrirse… y ya puede imaginarse lo que pensarían los adoradores de Yahvé de semejante cosa, siendo que su religión avergonzaría los hábitos de limpieza de un neurocirujano moderno.
Hay debate si Belcebú es Satán o un secuaz. La literatura apócrifa, la que más se ocupa de ángeles y diablos, es confusa: en algunos libros era un querubín, lo que lo eliminaría como el jefe de la rebelión, que era una especie de virrey y por tanto serafín; Belcebú sería regente infernal y segundo al mando. En una de las historias más curiosas de la demonología, en Pseudomonarchia Daemonum (1577), Belcebú formó con Lucifer contra Satanás y al vencer Lucifer quedó de emperador infernal. No hay noticias de Satán luego del golpe de estado. Para la línea oficial en cambio no hay duda de que Belcebú es sólo otro alias del emperador infernal desde que Jesús en Mateo 10:25 se refirió a su gran adversario con este nombre. 

AZAZEL

Azazel
Viene siendo el Juan el Bautista del rey infernal. Antes de haber un demonio en la mitología judía, ya había un ritual para devolverle a esta potencia maléfica sus malas obras: el chivo expiatorio. Este demonio es el primero de toda la Biblia en Levítico 16:8; su nombre parece venir de “Azaz”, “rugoso”, en referencia al suelo pedregoso del desierto. Aunque se ha aceptado que Azazel debía tratarse de una montaña desde la cual era arrojado el chivo (y por extensión así se llama la ceremonia anual, “el Azazel”), otros estudiosos rabínicos sostienen que es el nombre de unos demonios con forma de cabra.
Azazel aparece en el Libro de Enoc. En una raza reconocida por sus habilidades manuales, Azazel venía siendo algo así como McGyver: les enseño a los hombres el arte de la guerra, a forjar armas y a las mujeres a seducir con la apariencia (según parece hizo el primer brassier) y brujería. Por sus retorcidas enseñanzas Yahvé lanzó el Diluvio para limpiar los estragos (el Diluvio explica que un libro esencialmente mágico como el de Enoc jamás ha sido perseguido, sólo dejado de lado: la malvada raza angelical justifica la decisión de Dios).
Según la tradición, fue Azazel quien preguntó ante Adán “¿Por qué un hijo del fuego debe inclinarse ante un hijo del barro?”. Ya se sabe la explicación que le dieron… Azazel, el primer nombre demoniaco en la Biblia, jamás alcanzó el estatus de Satán y la última noticia es que luego de andar enseñando barbaridades a la gente Dios le ordenó a Rafael encadenarlo de pies y manos a una roca.


Asmodeo. Escultura inspirada en las "pinturas negras" de
 Francisco de Goya.
Asmodeo. Escultura inspirada en las "pinturas negras" de Francisco de Goya.


Asmodeo
Este demonio aparece en el católico Libro de Tobías y no es cualquiera: gobierna los nueve infiernos, un verdadero emperador. En otras versiones es uno de los cuatro reyes infernales. Y en uno de los giros más curiosos en la imaginería infernal, John Weyer dice que es el croupier en la mesa de baccarat del infierno. Su nombre significa “demonio de la ira”, aunque la demonología judeocristiana lo tiene siempre como el demonio de la lujuria (algunos han querido ver ideas freudianas en esa doble condición de ira/sexo).
La presentación de Asmodeo es ambivalente. A veces es alegremente escandaloso, un tipo divertido, siempre dispuesto a una buena orgía o por lo menos a llevarse a la cama lo que le guste (una razón buenísima para que la iglesia odie el bisexualismo). Siendo una especie de duende sexual, protagoniza la leyenda más cómica de la demonología: como está enamorado de Sara asesina a nueve de sus maridos la noche de bodas antes de consumar el matrimonio. Tobías, el décimo, aconsejado por el arcángel Rafael, quema el corazón y el hígado de un pez y los vapores disgustaron tanto a Asmodeo que se fue hasta Egipto… donde Rafael lo estaba esperando para encadenarlo.
En otra leyenda más tenebrosa, cuando empezó a alcanzar su estatus de supremo jefe, Salomón lo invocó para ayudar a construir el Templo y el diablo, presa de los hechizos del rey (figura mayor de la demonología, no sólo un personaje bíblico) cumplió, pero le anunció que su reino sería dividido.

Hoy seguimos con los nombres y alias del emperador infernal, aquellos que la tradición ha asumido que son nombres para el mismo sujeto y no personas separadas que forman su corte.
   
Belial
Belial regresando a las puertas del infierno, ca. 1473, grabado en 
el libro Das Buch Belial de Jacobus de Teramo, impreso en Augsburgo
Belial regresando a las puertas del infierno, ca. 1473, grabado en el libro Das Buch Belial de Jacobus de Teramo, impreso en Augsburgo


Este es uno de los pocos nombres demoniacos específicos en la Biblia, aunque no sea de los nombres más repetidos en el mundo moderno. La mayoría de los estudiosos ha fijado la etimología en “despreciable” o “carente de valor”. Otras formas de escribirlo: Belhor, Baalial, Beliel (no confundirlo con Baal, una deidad cananea que acabó sin querer en el baile, como veremos) y, no me pregunten por qué, pero también se le llama Metanbuchus. En el Antiguo Testamento es un adjetivo para calificar a los idólatras (Deut. 13:13) circunstancias calamitosas (Salmos 41:8) o a los conspiradores de Jezabel, (1Reyes 21:10-13). En el Libro de los Jubileos o Pseudogénesis (ca. 100 a.C.) se les llama Hijos de Belial a los no circuncidados. Sin embargo, quedó definitivamente como un nombre, y el del diablo mayor puestos a eso, desde que San Pablo escribió en 2 Corintios 6:15 “¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial?”

El evangelio apócrifo de Bartolomé precisa la historia de Belial: “Al principio se me denominaba Satanel, lo cual se interpreta como mensajero de Dios, mas cuando rechacé la imagen de Dios, mi nombre fue Satanás, es decir Ángel que custodia el Infierno”. Este pasaje que concilia el Libro de Enoc y su extraño Satanel con la visión cristiana, ha complicado exponencialmente las cosas con Belial/Satanás: por una parte, queda claro que es el ángel rebelde; por otro lado no es el rey infernal sino una especie de alcaide de la cárcel. Algunas sectas cristianas afirman que Satanás quiere decir “carcelero” (nunca explican de donde sacaron esa etimología, lo pronuncian “shatan-ash” para sonar más serios) y por tanto el Infierno no es un lugar de tortura creado (o comisionado) por Dios para las almas de los pecadores, sino nada más una cárcel para separar los malos de los buenos. En el mismo texto Belial fanfarronear “fui el primer arcángel creado por Dios”, con Miguel de segundo y Gabriel de tercero. Y todos son “Ángeles de la venganza”, lo cual pone a Belial en un puesto al menos confuso.
Ese estatus ambiguo aparece en una de las tradiciones de magia satánica más destacadas en occidente, el Ars Goetia. Según esa tradición, el infierno es un cuerpo colegiado con cuatro príncipes, uno de los cuales es Belial, que gobierna la sección norte (muchos satanistas actuales siguen esa idea). Resulta que Belial es un tipo respetuoso, de hablar pausado y que no tiene problema si lo llaman para nada: si el trato no se hace a las buenas, otra vez será. Pero para que sus cofrades no vayan a confundir cortesía con debilidad, tiene una guardia personal de 80 legiones que comanda su general … y novia Avaira, que también dirige las Arpías, que funcionan como una especie de comando paramilitar.
Las leyendas de la primera iglesia aumentaron la confusión con este diablo que parece tener aspecto bastante elegante y modo arrogante (como cualquier atleta adolescente bien plantado, cosa que le resulta muy útil, dado que su especialidad son pecados de sexo y lujuria) y hay una notable: en La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de la oscuridad Belial es el jefe supremo de los rebeldes, pero como conspirador que se respete actuó en la sombra… y se valió de su hijo Luzbel para instigar la rebelión. Dios, que no por nada es omnisciente, lo desterró a él antes que a su famoso hijo, y juntos reinan ahora en el infierno.  

Mastema
Moisés ante el faraón, pintor holandés anónimo, siglo XVI. La 
tradición apócrifa dice que fue Mastema quien convirtió los cayados de 
los sacerdotes egipcios en serpientes. Comprensiblemente, no hay en la 
tradición artística, o al menos no la conozco, una pintura del 
"encuentro" entre Yahvé (ni menos Mastema) y Moisés en la 
posada en el camino a Egipto
Moisés ante el faraón, pintor holandés anónimo, siglo XVI. La tradición apócrifa dice que fue Mastema quien convirtió los cayados de los sacerdotes egipcios en serpientes. Comprensiblemente, no hay en la tradición artística, o al menos no la conozco, una pintura del "encuentro" entre Yahvé (ni menos Mastema) y Moisés en la posada en el camino a Egipto


La palabra que significa “animosidad”, “hostilidad”. En general, se asume que o fue uno de los demonios que se aparearon con humanas y produjeron la estirpe demoníaca o fue el primogénito de esa estirpe. Su rol en la literatura más antigua rabínica es como Adversario en el sentido de un sirviente de Dios, fiscal de las obras de los hombres. Así por ejemplo le sugiere a Dios probar la fe de Abraham con el sacrificio de Isaac (como después a Job) y en los libros rabínicos apócrifos Isaac jura en su lecho de muerte que Mastema no separará a Jacob y su descendencia del camino de Yahvé.
Pero la literatura rabínica no bíblica volvió a Mastema una potencia mucho más sombría y peligrosa, aunque algo tonta: endureció el corazón del faraón y ayudó a los hechiceros egipcios contra Moisés (una de las cosas que rara vez se piensa es que, cuando el cayado de Moisés se convierte en una serpiente, que devora a las serpientes que a su vez han salido de los cayados de los hechiceros egipcios, éstas últimas tuvieron que salir de alguna parte). Dios lo encadena para que no pueda seguir haciendo bestialidades contra su pueblo, pero se libera y alienta a los egipcios a perseguir a los hebreos al Mar Rojo, con resultados bien conocidos.
Pero la historia más relevante de las relacionadas con este nombre está en el Libro de los Jubileos, que da una nueva visión de uno de los versículos más crípticos de la Biblia y convenientemente poco mencionado: Éxodo 4:24 “Y aconteció en el camino, que en una posada Yahvé le salió al encuentro, e intentó matarlo”. Al que intenta matar (no se entiende como una deidad omnipotente, que inunda el mundo, arrasa ciudades y mata a los primogénitos de una raza se limita a un intento de asesinato) es a Moisés. Los estudiosos llevan siglos analizando las magníficas razones de Dios para semejante decisión, todas relacionadas con la renuencia de Moisés a circuncidar a su hijo por la oposición de su esposa menonita.
El hecho es que en el Libro de los Jubileos la historia es recontada de manera que Mastema es quien hace la intentona, lo cual no sólo explica que se haya quedado en intento sino que es mucho más tranquilizadora que la alternativa. Pero gracias a esa narración Manaste se convirtió en sinónimo de Satán.

Por caótico que sea el tema de los ángeles, hay consenso sobre el Cielo: Dios es una figura sin nombre, es único así contenga tres personas y básicamente es claro que se trata de un lugar lleno de felicidad con gente alada tocando la lira. En otras palabras, en el Cielo son Dios y los demás. En el Infierno la cosa es mucho menos clara aunque más interesante: de dónde sale el diablo y organizar su corte ha sido una de las más apasionadas tareas de la historia. Y sobre todo, por extraño que parezca ¿quién es el diablo? A discernir un poco su identidad vamos a dedicar estos artículos antes de regresar a su origen.

Iconografía tradicional del rey infernal. Ilustración anónima, sin
 datos
Iconografía tradicional del rey infernal. Ilustración anónima, sin datos


Satanás
Posiblemente es el nombre propio más generalizado del emperador infernal, al lado de Luzbel (cuando era un ángel) y Lucifer, la versión latina tocada en el artículo anterior. La palabra ha llevado a dos etimologías; puede significar “el acusador” o “el errante”. En el Antiguo Testamento aparece como una especie de fiscal de la corte celestial (en Job 1:7 acude al llamado de Dios y conversan de lo más amigablemente) y retiene ese rol en el Libro de Zacarías: un sujeto obsesionado con perseguir las iniquidades de los hombres. Por el contrario, su rol en I Crónicas 21:1 es más ambiguo, parece independiente de Dios e incita a estragos.
Como sea, Satanás no parece un un nombre sino la descripción de una condición u oficio. Sin embargo, en el Libro de Enoc aparece como nombre propio: Satanel y se le describe como el príncipe de los ángeles desterrados. Sin embargo, en la Biblia originalmente no aparece la palabra “Satanás” excepto en Job, pero sí otros nombres como Belcebú o Leviatán, lo que ha creado una complicación de proporciones cósmicas para decidir cuándo es el mismo Satanás bajo un alias, cuando uno de sus esbirros.
En general, Satanás mezcla en su apariencia muchísimas deidades paganas (y no digo que sea nada más un “Grandes Éxitos” de dioses paganos, no discuto si el diablo existe o no, nada más me refiero a su iconografía, que comprensible y hasta legítimamente se basa en deidades odiadas o conquistadas). Tiene las piernas peludas, las pezuñas y el gigantesco falo (con idéntico apetito sexual) del lascivo Pan griego, el tridente de Poseidón, dios de las profundidades marinas y los seis pares de alas dentadas de los guardianes de las puertas de Ishtar en Babilonia.
Sea un nombre propio o un oficio, lo que queda claro es que en todas las leyendas hubo un jefe rebelde, primer y único Mal capaz de agrupar todos los pecados capitales. Y tiene poder absoluto para ejercerlo en sus tenebrosos dominios. Por la generalización del nombre, empezamos con el nombre de Satanás. Vamos ahora con otros alias más o menos conocidos para el mismo sujeto. 

Abadón
Cristiano combate con Apolión (Abbadon); en "El viaje del 
peregrino" de John Bunyan; edición ca. 1850; ilustraciones por 
Selous y Priolo
Cristiano combate con Apolión (Abbadon); en "El viaje del peregrino" de John Bunyan; edición ca. 1850; ilustraciones por Selous y Priolo


Los seguidores de “Lost” quizá recuerden a Matthew Abbadon, un agente de Widmore que aparece en los lugares más inopinados. No estoy seguro de que los guionistas conozcan el origen del nombre, pero posiblemente sí.  
Lance Reddick como Matthew Abaddon en "Lost"
Lance Reddick como Matthew Abaddon en "Lost"
 
 
También se le conoce como Apolión, el Ángel del Abismo sin Fondo, pero su naturaleza exacta se debate y ni siquiera es claro que se trate de un ser y no de un lugar. La palabra Abaddon se asimila a Sheol, una llanura desolada donde las almas esperan el Juicio, un tema al que nos referiremos después. En otras versiones, es algo así como un compartimiento del Infierno. Pero en el Apocalipsis aparece indiscutiblemente como una persona, no un lugar, que comanda las langostas: monstruos del tamaño de caballos de guerra, con cabezas humanas coronadas, cabello de mujer, dientes de león y alas de langosta.
El paso de lugar a persona, aunque no es claro, surge (¿dónde más?) en Babilonia. Los hebreos tomaron su idea de siete sustratos concéntricos para desarrollar su propia noción de infierno, el Gehenna y allá habita un sol negro que lo gobierna. Dado que Sheol ya le daba nombre al sitio desde Job 26:6 y Proverbios 15:11, el Apocalipsis concluyó que Abaddon era el nombre del monarca de un reino infernal, el Gehenna, que para ese momento ya había crecido desordenadamente. Dado el simbolismo, poder y alcance de esa figura en Apocalipsis, el consenso es que, en su forma de persona, es el mismo Satán, sin perjuicio de que la haya dado su nombre a algún área específica de su reino. 
 
Samael
Él ángel de la Muerte, Gustave Doré, ilustración número 8 del 
poema "El Cuervo", ca. 1868.
Él ángel de la Muerte, Gustave Doré, ilustración número 8 del poema "El Cuervo", ca. 1868.


Si hay un ángel de la muerte celestial, el infierno no iba a renunciar al suyo. Y como vimos, con semejante tarea no es nada claro en cuál lado milita este sujeto. Aparece en el Libro de Enoc como “Jefe de los Satanes” una curiosidad que viene a reforzar que la palabra originalmente señalaba algo así como la fiscalía celestial y a Samael como cabeza del departamento: en el libro el arcángel Uriel le impide “entrar a hablar con Dios a acusar a los de la Tierra”. Sea que Samael se tomara muy a pecho su tarea de sapo, sea que se sintiera desplantado por un serafín igual a él (o inferior) pasó de coordinar una especie de policía angelical a montar una verdadera Gestapo. En algunas versiones no sólo se le acusa de ser la serpiente del Edén que tentó a Eva sino que además de la manzana le encimó el embarazo de Caín.
En general no es claro su estatus: aunque debe de haber un ángel de la muerte en el infierno como lo hay en el cielo, no es claro que sea Samael, que en cuentas como la de San Gregorio aparece entre los siete príncipes celestiales. Sin embargo, el problema parece una aliteración y mientras Sariel ejerce en el cielo, Samael lo hace en el infierno y, de aceptarse esta versión, es el propio rey infernal, que no delega esa tarea. Pero insisto, es un alias diabólico debatido.

Portada del libro "Metatron", Varsovia, 1922, adaptación
 de grabado anónimo del siglo XVII
Portada del libro "Metatron", Varsovia, 1922, adaptación de grabado anónimo del siglo XVII


El segundo arcángel cabalístico (no aparecen en la Biblia, en los evangelios apócrifos, en la literatura gnóstica o en las herejías cristianas; sólo en los textos que se desarrollaron alrededor de la Cábala entre los siglos XII y XIII) es quizá la figura más fascinante de la angeología y de la mitología occidental. Desde su nombre de Transformer (incidentalmente el jefe de los Decepticons se llama Megatron y no tiene nada que ver con este ángel; su nombre es una fusión de “megatón”, unidad de medida de la potencia de una bomba atómica y “electrónica”) hasta sus tareas, su rango y su curiosa, por decir lo menos, relación con el ser humano, hacen de él una figura impresionante.  
El nombre Metatron (también Yofiel, Yahoel y otros 70 nunca recopilados, es el que más nombres tiene) nunca ha sido explicado. Algunos sostienen que viene de la palabra hebrea para “guardián de la entrada”. Para otros es griego (comenzando nuestra era las comunidades judías más vigorosas eran fuertemente helenizadas) para “aquél detrás del trono” y aunque es el significado más popular también es el menos aceptado por los estudiosos, pues la concordancia entre las palabras griegas y hebreas parece bastante acomodaticia. Finalmente están las palabras latinas metator (mensajero) y mitator (un explorador en las legiones) pero no hay pista de cómo evolucionaron a una palabra inexistente en hebreo. Dejé para el final el nombre más problemático: “YHVH menor”, Yahvé Menor.
Hay muchos arcángeles contendientes al título de los pesos pesados, pero Metatron, Príncipe de la Faz Divina, Ángel de la Alianza y Rey de los Ángeles tiene importantes argumentos en la reclamación. Por una vez los textos modernos, más especializados en mercadeo que en cosmología, básicamente aciertan describiéndolo aunque exageren: es el comandante de todos los ángeles (algo así como un general en jefe por encima de Gabriel y Miguel, que son explícitamente sus subalternos), jefe de los ángeles de la muerte (Sariel y Remiel) para mantener el equilibrio celestial de almas, el encargado de llevar las oraciones a Dios, lo cual no quiere decir que las escuche todas pero lo hace el vínculo de Dios con la humanidad. Además es el gran escriba del cielo, encargado de coordinar las crónicas del Libro de la Vida y por esa razón puede sentarse en presencia de Dios, lo que nadie más puede hacer y refuerza su estatus de “segundo al mando”.
En la única descripción oficial, aunque la iconografía no la sigue, es un ángel envuelto en llamas, con 36 alas e innumerables ojos. Por si así no se destacara, resulta que es el único ángel que tiene familia, un gemelo (hijos de quién no sé), Sandalphon, quien es descrito como “más alto que Hadraniel por el equivalente de un viaje de 500 años a pie” lo que suena a más que centímetros, aunque usando las medidas de la tienda del tabernáculo, donde vivía Metatrón que como gemelo no debía ser muy diferente de estatura, seguro eso de los 500 años a pie era una licencia literaria y este par de hermanos medían cuatro metros todo lo más.   

El sacrificio de Isaac, Rembrandt, 1635, en la colección 
L'Hermitage, San Petersburgo. Las fuentes cabalistas dicen que el ángel 
es Metatrón
El sacrificio de Isaac, Rembrandt, 1635, en la colección L'Hermitage, San Petersburgo. Las fuentes cabalistas dicen que el ángel es Metatrón


El problema Metatron arrancó desde los gnósticos, aunque estos jamás lo mencionaron, vino a acentuarse con los cabalistas medievales y en cierto sentido cimentó el cisma protestante. En el cabalismo Metatrón, en su rol de “Yahvé menor” ejecuta tareas como detener el sacrificio de Isaac, arrasar a Sodoma y Gomorra y, sobre todo, guiar a los judíos fuera de Egipto. ¿Por qué atribuirle esa tarea? Porque ya había voces a las que nos les casaba eso del “Dios de los ejércitos” en un evangelio de infinita bondad y el Éxodo, leído desapasionadamente, es de los libros más belicosos y menos caritativos de la literatura universal y el comportamiento divino a veces parece vengativo y chauvinista hasta lo patológico, así que la idea de pasarle esas cargas a un “superángel” no pareció mala: fue Metratrón quien se excedió un poquito en su celo cuando ahogó a los egipcios, por ejemplo. Era imposible para el cristianismo adoptar semejante idea, por cómoda que fuera, y considerando la de guerras que se invocaron la cruz tampoco es que hubiera mucho clima.
Recordemos que para los gnósticos el cielo es una torre de ángeles, de los más degenerados a los más sublimes y es tarea del creyente ascender por esa escalera plagada de peligros, armado con los nombres angelicales como contraseña para pasar. Uno de esos ángeles degenerados, aunque muy poderoso, creó la materia. Por supuesto, ese resultó ser Metatrón y gracias a eso tiene el dudoso honor de ser al mismo el vicepresidente ejecutivo celestial o Satanás en persona, según la fuente escogida.   

El cubo de metatrón. No están las coordenadas completas, las 
copias a mi disposición con las líneas faltantes tienen muy baja 
resolución. Este es el penúltimo paso en la construcción del cubo
El cubo de metatrón. No están las coordenadas completas, las copias a mi disposición con las líneas faltantes tienen muy baja resolución. Este es el penúltimo paso en la construcción del cubo
  
Los herederos de los gnósticos en la Edad Media, al mezclarse con los cabalistas, lo identificaron con Satanás por su insistencia en entregarnos conocimiento como en el Edén (para algunas escuelas gnósticas la serpiente, lejos de merecer un castigo, lo que debería recibir es un premio por habernos entregado la sabiduría): Metatron inspiró la geometría sagrada, paso fundamental en la evolución de las matemáticas. La geometría sagrada identifica y relaciona las figuras que usa Dios para la creación y sus dibujos son antecedentes de los modernos fractales; la idea de que hay razones y proporciones sagradas reiteradas en las artes y la música todavía se enseña, aunque sin misticismo. Una figura es el Cubo de Metatrón, que a veces se dibuja sobre su pecho dado que la leyenda dice que Metatron dibujó su alma para dársela al hombre; el aporte no es poco, considerando que la geometría sagrada impulsó las leyes de la perspectiva, inspiró el modelo astronómico de Kepler que sería perfeccionado por Galileo y Copérnico y establecería el marco para la mecánica universal de Newton.  

Página de un cuaderno de Leonardo DaVinci donde aparece la Flor de
 la Vida, un dibujo fundamental de la geometría sagrada y muy 
relacionado con el Cubo de Metatrón
Página de un cuaderno de Leonardo DaVinci donde aparece la Flor de la Vida, un dibujo fundamental de la geometría sagrada y muy relacionado con el Cubo de Metatrón



"Raziel, ángel de misterio" de Margaux Hymel; 
representación de Ciencia Ficción/Fantasía de Raziel. A pesar de la 
notable riqueza visual de la mitología de este arcángel, no conozco 
ningún grabado medieval suyo o de sus tareas
"Raziel, ángel de misterio" de Margaux Hymel; representación de Ciencia Ficción/Fantasía de Raziel. A pesar de la notable riqueza visual de la mitología de este arcángel, no conozco ningún grabado medieval suyo o de sus tareas


Hay dos arcángeles curiosos (en la tradición judeocristiana, como le gusta insistir con gesto huraño a mi buen amigo Luis Fernando Lalinde, así que empiezo por darle gusto y reconocerlo para ver si así me lo saco de encima, aunque claro que espero seguir contando con sus comentarios): son los arcángeles cabalísticos, figuras tan complejas que cada uno merece artículo separado (distingamos los arcángeles cabalísticos de los órdenes angelicales cabalísticos, diferentes a los cristianos, que son los que hemos venido usando como referencia. En un artículo posterior me referiré al tema).
Raziel se llama también Ratziel, Gallizur, Saraquel y Akraziel. Tiene alas azules (aunque en el arte las alas suelen ser blancas o celestes, éstas son las únicas con color específico en la literatura angelical), sus ropas tienen propiedades líquidas y es de lejos el arcángel mejor plantado, por si a alguna/o le interesa el dato. Es arcángel porque comanda un orden angelical, pero a diferencia de Gabriel, Miguel, Uriel, Rafael, Raguel, Seriel y Remiel (los tres últimos en el post anterior de esta serie) no es un serafín ni tampoco propiamente un arcángel (como vimos, los arcángeles como tales son algo así como sargentos mayores con mando de tropa mientras que los serafines son brigadieres generales a lo menos) Raziel, según la tradición, manda a los Tronos (Ophanim), o los querubines o los Erelim (este último es un orden cabalista y no nos hemos referido todavía a él para no complicar las cosas más de lo que ya están ;=) De pertenecer a esos órdenes, dedicados a la defensa divina, los que lo adoptan como ángel de la guarda pueden esperar sentaditos sus favores, pues nada más lejos de su tarea.
Su nombre tiene el fascinante significado “ángel de las regiones secretas y de los misterios supremos”. Habita muy cerca del trono de Dios y oye todo lo que Él discute, razón por la cual recibe el conocimiento divino. Tan alto es su rango, que rige la segunda sefirot (“emanación”) de Dios y la primera que tiene presencia en el mundo de la creación (la primera sefirot es el reino personal no creado de Dios), lo cual lo pone notablemente adelante en la fila de interlocutores divinos.

Raziel es algo así como un Prometeo cabalista: vertió su conocimiento (y considerando la fuente no debe ser poco) en el Libro del arcángel Raziel. Cuando Dios expulsó a Adán y Eva del Paraíso, Raziel les entregó ese libro para guiarlos a “casa” y entender mejor a su Dios, pero los subalternos de Raziel se indignaron, le arrebataron el libro a Adán y lo arrojaron al mar, donde cayó en manos de Rahab, el demonio de las aguas turbulentas (uno de los rebeldes con Luzbel; vive en el turbulento mar Rojo y cualquier parecido con Poseidón es calumnia). Aquí hay dos versiones: en una, Raziel convence a Dios de dejarles el libro a los desterrados y considerando donde aprendió elocuencia Raziel, debió ser una especie de diálogo consigo mismo. En la otra Rahab solito le entrega el libro a Adán para desafiar a Dios. Dado que más adelante Yahvé envió a Raziel a explicarle a Abraham los misterios que originarían la religión hebrea, parece más posible la primera posibilidad.  


Facsimil del Libro del Arcángel Raziel, como apareció impreso en 
Holana en 1701
Facsimil del Libro del Arcángel Raziel, como apareció impreso en Holana en 1701


La complicadísima leyenda de ese libro, que pasó por Caín, subió al cielo, volvió a bajar, contenía las instrucciones para el arca de Noé y fue reformado por Salomón merece su propio artículo. Por ahora, desde el punto de vista histórico el Libro del arcángel Raziel apareció por primera vez en el siglo XIII, en el furor de la religión cabalista, o al menos los textos que lo mencionan son de esa época, pero algunas secciones son más antiguas que eso. El libro se volvió notable en el siglo XV cuando Johannes Hartlieb, un médico y ocultista alemán, lo llamó “uno de los dos trabajos más abominables de nigromancia” (siendo el otro Picatrix).
Bajo el nombre de Galizur, “Guardían de la roca”, se dice que Raziel se para todos los días en el monte Horeb a proclamar los secretos del Hombre y la naturaleza, pero los estudiosos han preferido concentrarse en la versión resumida del libro, donde se ocultan en 1500 claves todos los saberes del universo. Lamentablemente está escrito en idioma angelical y hace largo tiempo nadie entiende ese lenguaje, así que no queda nadie para descifrar el mensaje.
Lo cual no evita que haya gente dispuesta a intentarlo: luego de la persecución de la Inquisición, gracias al fervor de las sociedades secretas, una copia llegó a Holanda, donde fue impreso en 1701. 

Un último comentario: para los amantes de los juegos de video, es posible que se hayan tropezado con Legacy of Kain. La historia del protagonista, un inquisidor de la orden Sarafan que muere y resucita como vampiro soldado en una guerra literalmente cósmica, no corresponde a este arcángel, aunque los creadores reconocen haber tomado el nombre “del folklore judío”. Su iconografía es más parecida a los ángeles demoniacos, lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta la trama del juego.
Vamos a empezar el recuento de los siete magníficos, los arcángeles, por los más desconocidos y nos iremos aproximando a los de los príncipes seráficos que los comandan.


Sariel en su encarnación de Azrael, el ángel de la Muerte, Evelyn 
de Morgan, 1881.
Sariel en su encarnación de Azrael, el ángel de la Muerte, Evelyn de Morgan, 1881.


Sariel: También conocido como Suriel, Esdrael, Sahariel, Juriel, Seriel y, sobre todo, posiblemente sea el mismo Azrael. Aparece en el Libro de Enoc, el Libro de la guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de la oscuridad (manual de estrategia de guerra, escrito en clave de poesía sobre la confrontación entre las fuerzas del bien y del mal y encontrado entre los manuscritos del Mar Muerto) Contra Celsum (escrito por Orígenes, Padre de la Iglesia) y la Clavícula Salomonis (socorrida fuentes del siglo XVII en demonología).
Su nombre significa “Mandato de Dios”, cosa que parece adecuada a su tarea de ejecutar a los ángeles transgresores la ley divina. Además era maniático con la limpieza y le explico a los rabinos los rituales de limpieza de la vida hebrea. Pero con la Rebelión de Luzbel se formó un caos de tal tamaño en las huestes angelicales que a veces no es claro quién es de los buenos y quién de los malos. Según Enoc, Sariel habría sido uno de los rebeldes que se apareó con mujeres humanas y tuvo una saga maldita. Pero en el Libro de la Guerra su nombre es uno de los que aparece escrito en los escudos de los ángeles de la luz.
Las razones de que este pobre haya terminado como agente doble es su ingrato papel: aunque hay muchos candidatos a ocupar el puesto, lo más probable es que Sariel sea el Ángel de la Muerte, el que se encargó entre otras de la masacre de los primogénitos egipcios: él mata a los grandes patriarcas como Moisés, que están por encima de la muerte corriente. Ese papel lo identifica con Azrael, uno de los sólo cuatro arcángeles aceptados por los musulmanes (incidentalmente y sin irrespetar, así se llama el gato de Gárgamel, el que persigue a los pitufos). Como Ángel de la Muerte se le considera una encarnación del Mal, aunque en el siglo I se decidió que eso no significaba que fuera EL mal sino que administraba esa parte de la voluntad divina.

Raguel: También llamado Raquel, Rasuil, Akrasiel (conozco por lo menos una baraja que pone a Akrasiel y a Raguel por separado, sin explicar ni un poquito cómo desenredó semejante nudo y obviamente demostrando más oído para los nombres raros que conocimiento linguístico; otro ejemplo de las bellezas de la literatura angélica actual).
Su nombre significa “Amigo de Dios”. Es una especie de Juez de Instrucción que “venga a los astros” lo cual, entre otras cosas, significa que vigila el comportamiento de los ángeles y toma venganza contra los ofensores de la ley (aquí vuelve el asunto de los departamentos angelicales: Miguel enfrenta y captura a los ángeles traidores, como policía militar, los juzga Raguel y se los pasa a Sariel para que dicte y ejecute sentencia). Raguel apunta las faltas de hombres y ángeles y publica en lo que debe ser el Diario Oficial las condenas contra los culpables. Dada la asombrosa proclividad de los ángeles a la corrupción y a que los demonios son de naturaleza angelical y se disfrazan con facilidad, el trabajo de Raguel buscando ángeles torcidos que no trabajan en armonía con el resto de la creación y con los hombres es posiblemente el más extenuante.
Considerando la inmensidad e importancia de su papel, es curioso que Raguel no ocupe un lugar más destacado al menos al nivel de los cuatro príncipes (Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel). La razón puede ser que tuvo que atravesar una indignidad colosal de la que nunca se recuperó: en el 745 un concilio realizó una especie de caza de brujas en los coros angelicales y concluyó que Raguel era “un demonio pasándose por santo”. Cómo allegaron pruebas para semejante condena debió ser un misterio que dejó perplejo a todo el mundo incluso en esa época; de poco le sirvió a Raguel que casi todos los especialistas bíblicos lo creen el tercer ángel del Apocalipsis, que al hacer sonar su trompeta hace caer una estrella ardiente como una antorcha.


El ángel con la llave del abismo sin fondo que lleva a los 
infiernos, Alerto Durero, grabado, 1498. Según algunos exégetas Raguel 
es el ángel que tira al océano una estrella ardiente (tercera trompeta) 
según otros es el que abre el abismo (quinta trompeta)
El ángel con la llave del abismo sin fondo que lleva a los infiernos, Alerto Durero, grabado, 1498. Según algunos exégetas Raguel es el ángel que tira al océano una estrella ardiente (tercera trompeta) según otros es el que abre el abismo (quinta trompeta)

Remiel: Llamado Jeremiel, Yerahmeel y Ramiel. Su nombre, puede ser “Misericordia de Dios” o “Trueno de Dios”. Remiel tiene una amplia gama de tareas, pero se concentra en autorizar el arranque del Juicio Final (“hasta cuando esté completo el número de los justos” no comienza el Juicio, uno de los problemas más espinosos para el cristianismo, que nunca ha fijado claramente dogma acerca del paradero de una persona muerta mientras llega el Juicio) y preside las visiones verdaderas. Aquí una nota: en la visión de Baruc, uno de los libros apócrifos, Remiel aparece como el vencedor de Senaquerib protegiendo a Israel, no Miguel, como se asume usualmente en la angeología. Dado que el que pintaba las visiones era Remiel, obviamente tiene ventaja atribuyéndose el crédito (de ser esto cierto, Remiel sería el ángel de 2Crónicas 32:21-22). Debido a un problema de aliteración, el pobre tiene que cargar con el estigma de ser tratado como uno de los ángeles rebeldes por el Libro de Enoc, pero es casi seguro que Ramiel es un nombre diferente a Remiel y el rebelde es el primero.



Fuente: http://luisftenorio.wordpress.com

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